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Tuesday 24 de January de 2006, 00:00:00
Por fin, Aneto
Tipo de Entrada: RELATO | 16370 visitas

Después de doce años se cierra el ciclo: el rey de los Pirineos fue ascendido por mis compañeros de aventuros y por un servidor que hacía tanto tiempo que tenía clavada una espina en el corazón. Aventura pirenaica con tardes otoñales y tediosas tormentas, alejados del frecuentado glaciar y recogidos por nuestras tiendas.

Por una vez, hemos tenido la sensación de vivir al máximo la montaña. Esto solo se consigue tomándoselo con calma y disponiendo de varios días. Podríamos haber planteado la salida con la ascensión a más picos de la zona, pero decidimos respetar a la más alta cumbre de nuestra cordillera y centrarnos solamente en ella. El Aneto, aunque facil, es una cumbre con mucha personalidad y que puede convertirse en un infierno si el tiempo se pone feo. Ni que decir tiene que si lo atacas por las vías alternativas a la tradicional es una aventura alpina memorable. Para nosotros, aún cogiendo la ruta clásica, lo ha sido. Además, yo tenía el gusanillo de hacer cumbre porque ya había estado allí cuando tenía catorce años, pero me faltó hacer el Paso de Mahoma. Esta vez tenía que conseguirlo. Y así fue. Partimos de Barcelona un jueves por la noche: la salida, en pleno puente, fue infernal, y llegamos a Benasque hacia la 1. Dormimos con las tiendas en los llanos de Senarta y al día siguiente subimos a pie por la pista que recorre Vallibierna hasta el refugio libre de Coronas. Una vez allí cogimos la senda que sube al valle de Coronas. Atención: recomiendo coger el sendero que sale a la izquierda inmediatamente antes del puente y la caseta que hay antes de llegar al refugio. Es mucho más directo y gana altura antes que si se sigue por la pista principal que va subiendo al valle de Llosars. El camino va remontando el río por la izquierda. Después de un bosque de pinos muy bonito y provisto de muchas setas, se sube al Ibonet Inferior de Llosars, donde se agradece un pequeño descanso. Allí ya se puede contemplar, al noreste, la Cresta de Llosars, muy alpina, que te va siguiendo todo el rato mientras subes. Luego se remonta el primer canchal siguiendo Los Mojones, siempre en zig-zag, hasta los Ibones Superiores. De los dos, el pequeño es el más mágico, rodeado por todas partes de inmensas y afiladas paredes de roca. Uno de los nuestros se dió un baño de cine y lo felicité, porque no os podeis imaginar lo fría que estaba el agua (además eran ya las 8 de la tarde!). Plantamos la tienda en los círculos de tierra rodeados de piedras que otros montañeros construyeron hace tiempo. El lugar es inmenso: por todas partes adviertes la agresividad de la erosión glaciar. La cresta de Cregüenya se hiergue amenazadora, con sus flancos verticales y sus negras fisuras. De repente un tramo de suavidad, quizás el único, se convierte en el único paso posible: se trata del collado de Cregüenya, que te invita a subir y a ver lo que hay más allá. Nosotros no lo íbamos a ver. Por el contrario, nos fijamos más en el noroeste, en la cumbre imponente por la que habíamos ido allí. La cara sur del Aneto es una muralla de roca de unos 600 metros de desnivel contados desde el lago. Todo allí es duro y frío. Pero un pequeño paso se deja entrever si resigues la cresta: el collado de Coronas, punto estratégico de nuestro itinerario y cruce de las dos rutas clásicas de ascensión. Al día siguiente el bañista tuvo que regresar a Senarta: cosas del trabajo! El resto, ligeros, nos dirijimos hacia la base del gran canchal, esta vez el más grande, que asciende hasta el cuello de Coronas, dejando a la derecha el antiguo y podrido glaciar de Coronas justo debajo del Aneto. El camino es evidente y está lleno de mojones. Luego, si no hay nieve, te encuentras con la pared que hay antes de llegar al cuello. No tiene ninguna dificultad, pese a que un amigo alpinista me dijo que era un paso de 3º. La verdad es que se puede subir casi andando hasta arriba. Si hay que cogerse, la piedra está muy buena. Y luego el collado... Allí te sientes en el corazón de la montaña. Al otro lado ves el glaciar, o lo que queda de él, de Aneto, y toda la gente que sube por la ruta más concurrida, la que sale del refugio de la Renclusa y flanquea media montaña hasta, una vez superados los Portillones, entrar de pleno en el glaciar. La verdad es que agradecimos haber subido por Coronas. Aunque tenga mucha más pendiente y no sea tan legendaria como la otra (que tiene el reclamo turístico del glaciar), es mucho más solitaria (aunque tambien sube gente, pero mucha menos, mucha menos!). Así que, desde el cuello, recorrimos el último tramo del glaciar y nos plantamos en la antecima. No me gustó, bueno, no me gustó la cantidad de gente que había allí arriba. Igual que cuando tenía 14 años. La fama del Aneto hace que esté siempre lleno de gente muchas veces inexperta, gente que sube allí sin respeto por la Naturaleza y que se cree que está escalando el Everest. Gritos, cachondeo, multitud... Solo faltaba un puesto de helados y un catalejo para mirar. Lo peor es la cola que hay que hacer para superar el Paso de Mahoma, el paso legendario que conduce directamente a la cima. Después de toda la literatura que lo envuelve y lo exagera distorsionando la realidad, se trata de una pequeña cresta de 30 metros de longitud que no presenta ninguna dificultad aunque sí un gran peligro: a lado y lado (sobretodo el lado derecho) tienes dos precipicios donde no lo cuentas si caes... Pero por qué caer? No es necesario! El problema es la gente que va y viene y que, en medio del cahondeo, puede despistarse y resbalar. Yo vi como un chico inexperto, de unos 27 años y muy miedoso, andó por allí con la cuerda mientras su compañero lo aseguraba desde atrás. Pero eso era asegurar? El aprendiz iba de primero y ni siquiera ponía ningún seguro (tascón, fisurero o friend) por el camino. No quiero imaginarme lo que hubiese pasado si se llega a caer, por mucha cuerda que llevase. Y así todo el mundo! Sin embargo, el mozo aprendió: después de pasar un buen rato dudando, decidió desencordarse y hacer el último trecho sin ataduras: había aprendido una gran verdad de la montaña, que en los tramos cortos y expuestos no hace falta encordarse, lo necesario es concentrarse, poner bien pies y manos y no mirar ni atrás ni abajo. Estoy seguro de que este tio volverá a hacer montaña: en el pico lo vi mucho más confiado y contento, sintiendo la alegría de descubrir por ti mismo las cosas alejándote de los tabús y las leyendas. La verdadera leyenda fue la cena que nos pegamos en el vivac, ya sin nadie alrededor, recordando y riendo, contentos con lo vivido. Al dia siguiente hicimos el descenso por el mismo camino. Qué pena! Me hubiese gustado bajar por el lago de Cregüenya para variar y poder ver La Maladeta, pero uno de los nuestros amaneció con fiebre y acabamos descendiendo por Coronas. Evidentemente, en Benasque celebramos nuestra ascensión con una gran comilona. Como dice un amigo, ha sido una de las mejores salidas al monte en los últimos meses. La próxima vez probaré la Cresta de Llosars!




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